─Conclusiones finales de la defensa. Tiene la palabra, señor
letrado.
─Con
la venia, su señoría. Ilusión, ilusión bajo el empleo de inocentes tretas.
Engaño, si es la palabra que buscan, pero con el único ánimo, repito, de
ilusionar. Esa es y fue la única intención de mis defendidos y nadie ha podido
demostrar que causaran daño alguno a sus tutelados. Por lo tanto, solicitamos
la libre absolución. Eso es todo señoría.
─Señor
fiscal, su turno. Conclusiones.
─Con
la venia, señoría. Hemos demostrado a lo largo de la vista, y así lo han
reconocido los propios autores, la reincidencia y el nulo arrepentimiento. Así
mismo, se ha evidenciado que siempre han actuado con nocturnidad y uso de disfraz
prevaliéndose de la superioridad que la ley les concede como tutores. Por otra
parte, han violado la correspondencia dirigida a personalidades de la realeza, para
modificar a su conveniencia el contenido de lo pretendido con un claro ánimo de
lucro cesante. Ante lo expuesto, nos encontraríamos con un concurso de delitos
que agravaría la pena a imponer, por lo que solicitamos que sea establecida en
su tramo superior, dados los antecedentes que ya suman por otra usurpación de
identidad, ya juzgada, del conocido roedor de apellido Pérez.
─Escuchadas
las partes y antes de pronunciar la sentencia quiero aclarar varios aspectos, pues no puedo negar mi consternación. El menor se encuentra especialmente
protegido por la legislación vigente, ahora bien, jugar con las decepciones de
las personas y quebrar la inocencia desvelando o poniendo en riesgo un secreto
que lleva preservándose desde hace tantos milenios sólo me obliga a tomar la
más severa de las decisiones: Cadena perpetua sin derecho a revisión.
─Recurriremos.
─Está
en su derecho, letrado, pero no es a usted a quien le corresponde.
─Desde
la fiscalía y a nuestro técnico entender, no entendemos lo que quiere decir,
señoría.
─Muy
sencillo: cadena perpetua, señor fiscal, pero para usted. En este juzgado siempre
hemos tratado de llegar a la verdad y usted, con su insistencia, ha conseguido
llegar hasta ella y demostrarla indiscutible. Se ha cargado para siempre la más
hermosa de las mentiras y con su empeño ha confirmado las sospechas que ya
tenía de mi padre. Llevo ya unas cuantas navidades que le escucho de madrugada
arrastrar las zapatillas por el pasillo. Ya no les pone galletas a los reyes
porque dice que tiene alta el azúcar, me he encontrado lencería en mi zapato
con un tique de regalo a su nombre y sigue empeñado en poner un botín de mamá, para
a la mañana siguiente besarlo mirando al techo mientras la cita como su querida
cómplice y que la echa de menos. Lléveselo de mi vista, agente. Se levanta la
sesión.